El autodesignado preceptor moral de la Alemania de posguerra, Günter Grass (1927), confesó en una entrevista al “Frankfurter Allgemeine Zeitung” (12 de agosto) su pertenencia juvenil a la Waffen-SS. La admisión de su pertenencia al temido cuerpo sugiere preguntas que exigen reflexión: ¿por qué Grass silenció durante tanto tiempo un desliz juvenil de tal índole? ¿ocasionará la declaración algún daño al valor de su obra literaria? Otra interrogación que deberá despejarse concierne el efecto de la noticia sobre el estatus del escritor literario del siglo XX. La comercialización ya hace tambalearse la figura del autor en su pedestal de artista, los escándalos provocados por hechos silenciados (Louis-Ferdinand Céline, Christa Wolf, Paul de Man, y muchos otros creadores más) quizás exijan también responsabilidades por el daño causado al entorno cultural.
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