Bruno Gómez - ¡Así fué Brizuela!

A quien no haya viajado alguna vez por las llanuras pampeanas, sería tarea harto difícil tratar de describirle el espectáculo imponente que ofrecen las fuerzas desatadas de la naturaleza sobre una tierra inhóspita, uniforme, sin accidentes notables, volcándose en torrentes de agua en medio de tremendas descargas eléctricas que paralizan de terror a las cabalgaduras, y arrancan un juramento -de cólera o miedo- a los hombres. Eso hay que haberlo sentido. Y todo bajo un cielo negro; tan negro que parece haber borrado, cayendo sobre ella, la línea del horizonte... Trasládese el lector hasta el último tercio del siglo pasado y piense si no había que tener bien dispuesto el corazón para largarse por esas soledades, hasta poco antes tierra de indios, librado a los designios de la suerte el arriesgado viajero.