'En el juego infantil de la escondida hay una circunstancia misteriosa
en que cuando el que cuenta y busca descubre a alguien -'piedra libre
para...'- pero se equivoca al identificarlo, éste grita 'sangre' y
revelándose como quien es, se salva. Hay alguien ahí pero no es él.
Pareciera que la ilusión infinitamente renovada de Sasturain es poder
gritar 'sangre' cada vez: dar señales aparentemente inequívocas para
después poder decir (se) que (él) no está.
O por lo menos que no está
solo. Los poemas diferidos de Carta al Sargento Kirk participan de esa
ilusión con el agregado, que se pretende no contradictorio -yo te
invoco, sombra fecunda de Pessoa-, de poder cantar sin rubores, al
Final, abriendo el baúl, 'piedra libre para todos los compañeros.' Diego
Fierro

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