Rory Connor era un jugador. A los veintitrés años Rory había conquistado una aceptable posición, tomando en cuenta sus modestos orígenes. Siempre buscaba cosas mayores y mejores. En especial buscaba un juego mayor y mejor donde apostar.
Pronto se casaría con Janie, la vecina. Todo estaba allí para alimentar su ambición y su pasión por el juego. Rory no temía a nadie. ni siquiera temía a su patrón, el propietario que lo empleaba como cobrador de alquileres. Ese propietario que vivía en esa magnífica mansión... con esa hija tan fina y educada.
Pero la suerte del jugador es a veces esquiva.
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