Domingo Faustino Sarmiento

miércoles, 4 de mayo de 2016

Elizabeth Haran - El río de la fortuna

El hotel Overland Corner estaba construido con piedra caliza. Las paredes tenían medio metro de grosor —el aislamiento perfecto para el seco calor veraniego—, y los suelos eran de madera de eucalipto. El día que Mary y Joe Callaghan entraron en el edificio se habían reunido allí casi trescientas mujeres aborígenes para ver a «la compañera blanca» de Joe. Por aquel entonces una mujer blanca era una imagen muy rara y exótica en la zona, y a Mary le irritaba que se montara semejante escándalo alrededor de ella. Además, enseguida advirtió que ser una especie de celebridad también tenía sus inconvenientes, sobre todo cuando las tareas domésticas quedaban sin hacer porque las mujeres de los aborígenes no paraban de llamarla desde la puerta de servicio que daba a la cocina para tocarle el cabello y acariciar su ropa. La región en la que se hallaba el hotel estaba habitada desde hacía miles de años por aborígenes. Levantaron allí sus poblados, construyeron precarios cobertizos y vivían de lo que les daba el río. Al llegar los europeos, las poblaciones autóctonas empezaron a comerciar con el valioso ocre que extraían de las rocas en las inmediaciones. Mary lo utilizaba para embellecer la chimenea del hotel tiñéndola de rojo.


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